A muchos profesionales de mi generación se les caen los anillos cuando se trata adaptarse a las nuevas tecnologías audiovisuales o incluso formarse en ellas. Entiendo que es duro comprobar que, de la noche a la mañana, lo que ya tenías controlado y aplicabas con soltura cambie y ya no sirva. Y entonces hay que tener suficiente cintura para aprender de otra gente, aunque tenga mucha menos experiencia que tú en el oficio. 

Esto tal vez no suceda en las grandes producciones donde hay suficiente presupuesto para muchos colaboradores y se puede colocar a un experto en cada faceta de la producción. Pero cuando hablamos de pequeños proyectos, uno tiende a ser una especie de hombre orquesta. Con el último trabajo que preparé junto a mi coguionista (una serie para YouTube) decía acudir en la ayuda de un chico joven que había conocido en un Master en medios audiovisuales en Madrid en el que colaboré. Me había llamado la atención la habilidad que tenía con las estrategias de marketing adaptadas a las nuevas tecnologías y cómo nuestro proyecto se vinculaba a una plataforma como YouTube pensé que sería buena idea que nos echara una mano. 

Y así fue como el chico nos empezó a dar un masterclass acelerado de narrativa transmedia. Se trataba crear un relato partiendo de la serie que pudiera ser promocionado en todo tipo de formatos digitales, incluyendo redes sociales de última generación. Al principio, algunas de las ideas que nos daba sonaban a broma, pero a la postre fuimos comprobando que si un pequeño proyecto quiere ser viral debe tener en cuenta la narrativa transmedia. 

No fue una coincidencia que este chico cursara aquel Master en medios audiovisuales en Madrid. Pertenece a esa generación que ha crecido pegado al smartphone y la tablet, para lo malo, pero también para lo bueno. Si bien todavía le falta mucho oficio en otros aspectos, su rapidez para separar el grano de la paja con las nuevas tecnologías nos ayudó mucho a promocionar por los canales digitales nuestro nuevo proyecto: nunca es tarde para aprender.