Saber decir ‘no’ 

“Ya te pongo yo unas cortinas aquí, no te preocupes”. Y fruncí el ceño, pero no fui capaz de decir ‘no’. Mi madre siempre ha sido una persona muy implicado, le gusta mucho ayudar y casi siempre lo hace bien. Pero tiene un problema como muchas otras madres: no sabe cuándo parar. Son personas que tiene el hábito tan asumido de hacer cosas por los demás que no tolerar que le digan: “no, gracias”. Y es que es mejor ayudar cuando te lo piden. Si no te piden ayuda, tal vez sea porque no quieren que “te metas”…

Cuando cambié de casa mi madre se metió hasta el fondo. Acababa de dejarlo con mi novio después de unos años y me fui a una casa más pequeña del alquiler. Para mí fue un poco doloroso, pero no tuve ningún trauma ni nada: fue la mejor decisión y ahora estoy súper feliz. Cambiar de casa (y de ciudad) me vino estupendamente. Pero mi madre asumió que necesitaba protección y consejo las 24 horas del día ante cualquier mínimo percance: desde el contrato del alquiler hasta las cortinas.

Y fue con las cortinas como, irónicamente, mi madre asumió que ya no era una niña. Se empeñó en elegir ella misma las cortinas para el salón. Yo todavía estaba dudando de si colocar cortinas o estores o dejarlo sin nada, pero ella ya estaba buscando un sitio de venta de cortinas por la zona. “Aquí tienen que ir unas cortinas que son unas ventanas muy grandes”. Y yo como si no existiera. 

Así que un día llego a casa y ya están colgadas. Y ella tan feliz mirando para las cortinas y mirando para mí: como si me hubiera hecho el gran favor de mi vida. No dije nada, sonreí y a otra cosa. Pero en cuanto se fue, subí a las escaleras y descolgué las cortinas. Busqué el sitio de venta de cortinas que había ido mi madre y las cambié. Y cuando mi madre volvió a casa se encontró sin sus queridas cortinas. Alucinó. Pero tampoco dijo nada. Me miró y sonrió. Nunca es tarde para decir ‘no’.