Las ventajas de los cineastas del futuro

Isabel Coixet, en una clase magistral que ofreció a los alumnos del Centro Universitario de Artes TAI, se lamentaba de lo que le hubiera gustado haber podido estudiar cine cuando ella empezó: «Yo nunca fui a una escuela de cine y una de las cosas que se echa de menos es tener a gente con la que compartir puntos de vista, historias y cosas que me gustaría contar». En efecto los tiempos han cambiado y los jóvenes cineastas que se adentran en el audiovisual lo tienen más fácil que, remontándonos atrás, aquellos pioneros que desarrollaron su trayectoria en el siglo pasado. ¿Y si grandes maestros como Kubrick o Kurosawa hubieran podido estudiar una formación reglada? ¿Y si Buñuel se hubiera Diplomado en cine  Madrid? Imaginemos qué se habrían encontrado. 

 

Para empezar, en el caso de la diplomatura, habrían estudiado una enseñanza reglada de dos años que les habría ofrecido los conocimientos básicos del mundo audiovisual: los aspectos técnicos entorno a la imagen, la luz y la cámara, y los aspectos más conceptuales y estéticos del lenguaje audiovisual. A todo esto, habrían sumado la puesta en práctica de todos estos saberes teóricos, mediante un sistema de rotación de puestos, para dominar las labores de cualquier rol en una producción audiovisual: desde la figura del director hasta el operador de cámara, pasando por la producción o la edición de vídeos.

 

Otro factor de peso con el que habrían contado es el sistema de networking que se potencia en centros como TAI, muy implicado en relacionar entre sí a los alumnos de las diferentes disciplinas artísticas que imparte (Artes Escénicas, Música, Diseño, etc). Mediante la realización de proyectos creativos conjuntos van tejiendo redes que en un futuro devendrán en relaciones laborales. Y de todas estas experiencias, el alumno va creando su portafolio antes siquiera de terminar sus estudios. 

 

Y por último, nuestros grandes directores se habrían encontrado con un sistema de prácticas en grandes productoras y empresas con el que empezar a dar sus primeros pasos en el mercado laboral, lo que, sin duda, habría supuesto una seguridad sustancialmente mayor de la que casi todos carecieron cuando comenzaron su andadura cinematográfica. 

 

En resumen, el camino que abre tras de sí una diplomatura es sin duda menos tortuoso y más satisfactorio que el que recorrieron muchos de los cineastas a los que les debemos obras maestras que son parte del patrimonio cultural de la

humanidad. Hay un mundo de posibilidades para los estudiantes de cine que otros ni siquiera intuyen.

disfrutaremos todos.