La báscula 

Me peso tres veces al día: por la mañana, antes de cenar y antes de irme a la cama. ¿Es una obsesión? Tal vez, pero me funciona. Siempre he tenido bastantes problemas con el peso y aunque ahora estoy mejor he aprendido a lo largo de estos años que nunca se puede bajar la guardia, y una de las formas de no bajar la guardia es tener un férreo control. 

Y ese control debe llevarse también a la cocina. Pero sin que ello suponga un sacrificio excesivo. Me explico. Si a mí me gusta de vez en cuando tomar algo de chocolate y dejarlo del todo me cuesta muchísimo, mejor tratar de moderar su ingesta y atacar por otros lados. A mí no me va mucho la comida precocinada pero por falta de tiempo muchas veces caía en lo fácil. Así que me puse las pilas y traté de mejorar mi “arte culinario” que nunca ha sido muy artístico. 

Con el tiempo, he aprendido a cocinar bastantes platos, sé usar el enebro y el azafrán, sé hacer cocidos y sé aprovechar la crema de cocina cuando ese necesario. Sigue sin ser una pasión para mí lo de cocinar, no es algo que me guste en sí mismo, como pasatiempo, sino que lo veo como un medio para conseguir un objetivo: que la báscula marque lo que yo quiero que marque. 

En este sentido también es importante el ejercicio físico o eso pensaba yo… Cuando hace años traté de perder peso la primera vez hice caso al consejo de muchos conocidos y me puse a bloque con el gimnasio. Pero no logré bajar como esperaba, porque no modifiqué demasiado la alimentación: creía que el ejercicio físico haría todo el trabajo y no fue así ni de lejos. 

Con el tiempo aprendí que la alimentación es el 80% u 85% de una dieta y el resto es para el ejercicio. Tanto es así que este último año yo he perdido bastante peso sin hacer un ejercicio específico. Solo desde la cocina, cuidando mucho lo que como, muchos productos naturales, crema de cocina, chocolate lo justo… Miro la báscula (tres veces al día) y me gusta lo que veo.