Jornada de reflexión 

Uno de los rasgos más típicos de la madurez aflora cuando empiezas a pensar en el dinero desde otra perspectiva, cuando cada euro cuenta porque sabes lo que cuesta ganarlo y lo fácil que es gastarlo. Y entonces empiezas a plantearte diferentes formas de ahorrar, no solo para llegar a fin de mes, sino más a largo plazo, para que un buen día puedas jubilarte con la certeza de que no te van a faltar los aspectos más básicos.

Pero no se puede esperar a ahorrar hasta unos años antes de la jubilación cuando los cálculos empiezan a no salir. Hay que empezar un poco antes. Y así estamos nosotros en casa, haciendo cálculos para los próximos años, intentando despejar algunas incertidumbres. Porque es fácil llegar a la conclusión de que “hay que ahorrar”, pero es mucho más complicado detectar dónde se puede y dónde no.

Y una de las conclusiones que hemos sacado en relación al ahorro es que nuestros seguros pueden ser más baratos, especialmente el de salud que, por inercia, manteníamos desde hace años sin haber dado importancia al enorme coste que suponía. Y es así como hemos empezado a cotejar otros seguros como por ejemplo el seguro de adeslas. No es la primera ni la segunda vez que recibo una llamada de un agente de seguros ofreciéndome un “buen trato”. También por inercia solemos pedir disculpas y colgar sin haber escuchado la oferta. ¿Estamos demasiado ocupados para ahorrar?

La última vez que recibí una llamada fue de Adeslas e hice el esfuerzo de escuchar y anotar algunas cifras, simplemente para comparar. Y cuando comparé con el mío, me quedé a cuadros. ¿Cómo es posible que esté pagando ese dineral después de tanto tiempo con el mismo seguro? La conclusión es clara: nadie ahorra por el cliente, es él mismo el que debe sacarse las castañas del fuego. Y si no miras para el seguro y lo dejas correr, tarde o temprano te encuentras con una desagradable sorpresa. Por eso hemos optado por revisar a fondo el seguro de adeslas y cancelar nuestro seguro habitual. Y no nos volverá a pasar algo así.