Dudas en el supermercado 

Siempre que voy al supermercado, ya desde hace años, voy con una lista. Supongo que lo hace mucha gente. Pero antes yo iba e improvisaba un poco sobre la marcha, sobre todo cuando tenía más tiempo, no tenía hijos y las compras eran mucho más pequeñas. Era la época en la que iba a comprar yogures y agua, y volvía con diez cosas… y sin yogures ni agua. Pero ahora son tantas cosas las que hay que comprar, la mayoría de ellas que no son para mí, que necesito una lista.

Si hasta organizo la lista por sectores dependiendo de dónde esté cada producto en el supermercado. Como casi siempre voy al mismo, puedo organizarlo bien: la fruta con la fruta, la carne con la carne, etc. Y con todo, a veces hasta se me olvida alguna cosa si, por accidente, he puesto la leche desnatada sin lactosa en el sitio del pan: me digo que ya la cogeré después y es de camino a casa cuando me maldigo.

De todas formas, yo lo tengo todo muy organizado, no como a otras personas que veo en el súper que me recuerdan a mi yo de antes: paso por el pasillo de la leche y veo a una chica joven con la mirada perdida admirando la cantidad infinita de tipos de leche que existen en la actualidad. Por lo menos, las marcas han tenido a bien organizar los tipos de leche por colores de forma que es más difícil liarse pero, aun así, no resulta tan fácil elegir. 

Por ejemplo, la chica tenía en la mano un cartón de leche desnatada sin lactosa y creo que la miraba incrédula, como si fuera la primera vez que veía algo así en un supermercado… Yo, que la llevo comprando un montón de tiempo para mi mujer: no, ella no es intolerante pero la quiere sin lactosa… y semidesnatada. Y como está apuntada en mi lista, pues la compro, a no ser que la haya apuntado en otra sección… El caso es que la chica finalmente se decidió por la desnatada sin lactosa, yo creo que para comprobar su sabor y porque lo nuevo siempre despierta curiosidad.