En el momento de contratar seguro privado de salud, surgen dudas acerca del periodo de carencia, el alcance de las coberturas o la cuantía de las mensualidades. Sin embargo, la mayoría de los clientes pasan por alto un condicionante: las preexistencias.

En el ámbito del seguro médico, las preexistencias se corresponden con aquellas enfermedades y patologías que el asegurado ‘arrastre’ en el momento de firmar la póliza. Salvo los niños y recién nacidos, la totalidad de los clientes de seguros disponen de historial clínico, en el que no faltan dolencias que amenazan con repetirse o agravarse en el futuro, sea cual sea su grado de riesgo.

Las compañías de seguros estudian estos antecedentes médicos antes de prestar sus servicios al cliente. La razón es simple: las patologías previas pueden aumentar la frecuencia de las consultas y la complejidad de los tratamientos y terapias requeridas por el usuario, todo lo cual repercutirá en la fijación de la cuantía de las mensualidades. 

No existen las pólizas de salud libres de preexistencias. Es posible identificar compañías más flexibles con este aspecto, pero en modo alguno aceptarán ignorar el historial clínico del asegurado. De lo contrario, perjudicaría sus intereses y podría comprometer la estabilidad de su modelo de negocio.

Debido a la picaresca de una minoría de clientes, las compañías aplican sanciones a aquellos contratantes que opten por no declarar enfermedades preexistentes. En casos extremos, la póliza quedaría anulada y sus coberturas, invalidadas.

Pese a lo anterior, disponer de patologías previas no significa que el usuario no pueda acceder a un seguro médico de calidad. Como se ha mencionado, la preexistencia de enfermedades es natural en cualquier ser humano, y muchas de ellas no suponen un problema real para la compañía. Por este motivo, y como parte del proceso de contratación, el interesado debe cumplimentar un cuestionario de salud  y someterse a las pruebas diagnósticas que la aseguradora considere oportunas.