La etiqueta «Swiss Made» y su importancia en el sector relojero
El prestigio, la calidad y la fiabilidad de la relojería suiza están contenidas en el sello «Swiss Made», presente en los mejores cronógrafos del mundo, incluso en aquellos cuyos orígenes se alejan del País Helvético. Un claro ejemplo son los hamilton relojes.
Las raíces estadounidenses de Hamilton Watch Company pueden confundir a sus clientes, ya que sus modelos más afamados (Ventura, Khaki Aviation, etcétera) son en realidad suizos. Lo cierto es que la empresa fundada por Abraham Bitner, un emprendedor de Pensilvania, trasladó su sede a la ciudad suiza de Biel. ¿Su objetivo? Lograr la ansiada certificación «Swiss Made».
Pero un reloj con este sello no tiene por qué estar fabricado en Suiza. Al menos, no en un cien por cien. La realidad es que la organización responsable de su control (Federación de la Industria Relojera Suiza) es flexible en los criterios y requisitos legales que permiten su acreditación.
En primer lugar, la Federación exige la adopción del movimiento suizo, estándar del país y sinónimo de lujo y artesanía. Sus componentes, además, han de provenir de Suiza en un sesenta por ciento al menos, y también se obliga a que el ensamblado de los mismos se desarrolle dentro en sus fronteras. Otros productos, industriales y alimenticios, pueden ostentar este sello, pero las exigencias son diferentes.
La adopción del certificado «Swiss Made» se remonta al siglo diecisiete, como una medida de los artesanos de Ginebra para proteger sus creaciones relojeras. Hoy su reputación ha trascendido el mercado europeo, y no son pocas las marcas que radican sus centros de producción en suelo suizo para atesorar este sello.
Para el cliente, esta simple etiqueta es garantía de que el producto cumple con altísimos estándares de calidad y hereda toda la experiencia y conocimiento de la relojería suiza. Este valor agregado también afecta al precio, motivo por el que no interesa a todos.