Haz posible masticar, hablar y sonreír con total naturalidad
La implantología dental en Vigo representa la solución perfecta para todos aquellos que han perdido una o varias piezas y se cansaron de disimular la boca cada vez que ríen o charlan con otros. Pensar en un diente postizo a la antigua usanza evoca imágenes de abuelos dejando la dentadura en un vaso de agua, pero, afortunadamente, el presente nos ofrece implantes fijos que se integran al hueso maxilar casi como si fueran parte de nosotros. Es increíble cómo la tecnología y los materiales actuales han avanzado hasta tal punto que, una vez finalizado el tratamiento, ni tú te acuerdas de que llevas un implante.
El planteamiento de este procedimiento pasa por un diagnóstico integral. El dentista evalúa el estado de la encía, la calidad del hueso y la posición de las piezas colindantes para decidir la viabilidad del implante. Si la persona lleva tiempo sin la pieza, el hueso puede haberse reabsorbido parcialmente, de manera que tal vez se precise un injerto o elevar la zona. Dichos pasos pueden sonar un poco invasivos, pero con una técnica adecuada y la debida anestesia, lo habitual es que el paciente lleve la fase quirúrgica con relativa comodidad.
El implante en sí se fabrica, por lo general, con titanio de grado médico, un material muy bien tolerado por el organismo y con escasas probabilidades de rechazo. Se implanta en el hueso simulando la raíz de un diente. Luego hay que esperar un periodo de osteointegración, es decir, de unión íntima entre el hueso y la superficie del implante, que puede durar semanas o meses, según el caso. Durante esa etapa, se protege la zona y se procura no someterla a fuerzas excesivas. Para quienes están ansiosos por ver su diente, resulta un pequeño ejercicio de paciencia, pero necesario para que la fijación sea sólida.
Superada esa fase de cicatrización, llega la hora de la corona o prótesis definitiva, que se ajusta al implante con la forma y color adecuados para integrarse con el resto de la dentadura. Cuando el profesional termina de adaptarla, la nueva pieza se ve tan natural que nadie diría que es un diente artificial. Y lo mejor de todo es que, a diferencia de una dentadura removible, no has de sacarla por la noche ni temer que se mueva cuando masticas o hablas. Es tuya, fija y tan resistente que, con cuidados básicos, puede durar muchos años.
El proceso no está exento de precauciones. Uno debe mantener una buena higiene bucal, prestando especial atención a las zonas donde el implante roza la encía. Un buen cepillo interdental o un irrigador de agua pueden ser tus mejores aliados para que no se acumule placa en áreas difíciles. Si descuidas la limpieza, el tejido a su alrededor podría inflamarse y dañar la integración, complicando algo que, de por sí, ya supuso un desembolso económico y un esfuerzo por tu parte. Sin embargo, atendiendo los consejos del dentista, no hay mayor misterio: cepillarse a diario y acudir a revisiones periódicas para que supervisen el estado del implante.
La rehabilitación de piezas ausentes no solo responde a un factor estético. Reconstruir la arcada dental ayuda a masticar con mayor eficacia los alimentos, lo que repercute en una mejor digestión y en la comodidad al comer. Asimismo, la ausencia de dientes puede impactar la articulación temporomandibular y, en ocasiones, afectar al habla. Reponerlos evita que la mordida se descompense o que la cara adopte un aspecto envejecido, dado que la falta de soporte altera la musculatura facial. Por eso, más allá de lucir una sonrisa bonita, se trata de mantener una función bucal completa y saludable.
Algunas personas sienten reparo por el coste de la implantología o por temor a la cirugía. Es cierto que no es la opción más económica, pero el resultado a largo plazo y la comodidad que brinda suelen convencer incluso a los más escépticos. En cuanto a la intervención, el avance de la anestesia y la sedación consciente hace que el paciente experimente un mínimo de molestias. Quienes temen al dolor suelen llevarse una grata sorpresa al comprobar que la recuperación no es tan dramática, sobre todo si siguen al pie de la letra las indicaciones postoperatorias.
La elección de la clínica y del profesional es vital para garantizar un buen resultado. Conviene informarse sobre la experiencia del implantólogo, las técnicas que emplea y los casos previos que haya realizado. Un implante mal colocado o con un angulado inadecuado podría conducir a incomodidades innecesarias o incluso a que no cumpla su función correctamente. De modo que, antes de lanzarse a lo barato, es mejor asegurarse de que el experto cuente con los conocimientos y el equipo necesarios para un diagnóstico certero y una ejecución precisa.
Tener la oportunidad de masticar, hablar y sonreír sin estar pendiente de un hueco en la boca cambia por completo la forma de relacionarse con el mundo. Hay quien incluso se anima a recuperar costumbres que tenía aparcadas por miedo a que la prótesis se moviera, como reír a carcajadas en público o comer un chuletón sin restricciones. El implante supone, además de un aporte estético, una inyección de confianza que se refleja en la actitud y en la calidad de vida. Cuando uno siente que nada falla al disfrutar de los placeres de la mesa o al charlar con amigos, comprende que la inversión en su salud bucal ha merecido la pena.