Cuando la tierra llama, tu maquinaria debe responder con fuerza y precisión
Cuando acaricio el capó de aquel viejo tractor, noto la rugosidad de la pintura y recuerdo las miles de horas que ha pasado en mitad de un campo húmedo al amanecer; el taller agrícola en Ribadumia es más que un nombre; es sinónimo de compromiso con la tierra y con quienes la trabajan. Soy consciente de que cada hora de inactividad puede suponer pérdidas enormes: un cultivo que se retrasa, un invierno que se acerca sin las herramientas preparadas, las raíces que no encuentran su espacio en el suelo por falta de profundidad en el arado. Por eso, desde mi propia experiencia como técnico y entusiasta de la mecánica agrícola, he aprendido que contar con un servicio cercano y especializado es la mejor garantía para que cada engranaje y cada filtro cumplan su misión sin fisuras.
Siento el zumbido constante del motor mientras reviso los niveles de aceite y anticongelante, convencido de que un chequeo preventivo puede salvar la campaña de un agricultor. En aquellos días en que el tiempo parece escaso y la lluvia amenaza con estancar las labores de siembra, un reparador de confianza puede marcar la diferencia entre un arado que avanza como un cuchillo caliente en mantequilla y otro que se atasca en el barro. La tierra del Salnés guarda secretos de humedad y fertilidad, y mi propósito es ayudar a revelar ese potencial ofreciendo soluciones rápidas: cambia de neumáticos, revisa la correa de transmisión, ajusta los inyectores del diésel y lubrica cada punto crítico. No se trata solo de arreglar averías, sino de anticiparse a ellas, combinando tecnología de diagnóstico avanzada con la pericia adquirida tras años recorriendo fincas y bodega tras bodega.
En primera persona, siento el orgullo de aquellos agricultores que depositan su confianza en mí. Cuando les visito en sus fincas y hablo con ellos sobre el balance de su temporada, descifro la urgencia de mantener un equipo preparado para cualquier contingencia. Un sembrador que se detiene porque una bomba hidráulica ha fallado puede significar una ventana de siembra perdida. Por eso me desplazo con una furgoneta repleta de recambios originales y genéricos de calidad, preparado para efectuar desde reparaciones eléctricas hasta calibraciones de GPS en los sistemas de autoguiado. Cada intervención es consciente de la importancia de respetar la estructura del suelo, evitando compactaciones innecesarias y preservando su aireación natural.
Mientras trabajo sobre un arado con varias estaciones de corte desgastadas, pienso en la alegría que supone ver cómo aquel terreno, tras años de cultivo intensivo, recupera su vigor gracias al cuidado adecuado de sus implementos. Mi taller móvil es una extensión de aquella base en Ribadumia, un apoyo constante que recorre caminos de tierra y hierba, escalando laderas y atravesando valles donde la señal a veces flaquea, pero la solidaridad entre vecinos permanece firme. A veces escucho el canto del mirlo mientras aseguro los pernos de un sembrador neumático; en otras ocasiones, el silbido del viento me recuerda que los campos respiran y merecen respeto. Por eso, cada servicio lleva implícita la promesa de un rendimiento óptimo, con la seguridad de que cada cosecha florecerá sin sobresaltos mecánicos.
Cuando el día termina y guardo mis herramientas, me reconforta saber que he contribuido a que los tractores y las sembradoras del Salnés estén listos para responder en cualquier circunstancia. A través del Taller agrícola en Ribadumia, no solo ofrezco mantenimiento: comparto un compromiso profundo con la tierra y con quienes la cultivan, porque sé que el verdadero éxito de una cosecha radica en la armonía entre el hombre, la máquina y el suelo.