Buscando un arquitecto para mi negocio: mi odisea para encontrar un abogado comercial
Mi pequeña empresa de consultoría tecnológica, con sede aquí en Vigo, había llegado a un punto de inflexión. Estábamos creciendo, y con el crecimiento, surgía una oportunidad emocionante: una posible fusión con una compañía del sector con base en A Coruña. De repente, mi día a día, centrado en el desarrollo de software y la gestión de clientes, se llenó de términos que me sonaban a arameo: due diligence, pactos de socios, cláusulas de no competencia, garantías… Me di cuenta de que, para construir este nuevo futuro, no necesitaba un programador, sino un arquitecto legal.
Aunque en Vigo hay excelentes profesionales, la operación se iba a gestar principalmente en Coruña y la otra parte ya contaba con un despacho de allí, muy conocido en la Plaza de Lugo. Sentí que necesitaba a alguien que no solo dominara el derecho mercantil, sino que también conociera el tejido empresarial coruñés y pudiera negociar en «campo neutral». Así comenzó mi búsqueda de un abogado comercial en Coruña.
Mi primer instinto fue tirar de contactos y buscar en internet. La red me devolvió una lista enorme de despachos, desde grandes firmas con nombres anglosajones hasta bufetes más pequeños y especializados. Me sentí un poco perdido. No buscaba al más grande ni necesariamente al más barato; buscaba a alguien que se convirtiera en un socio estratégico, alguien que entendiera el alma de una pyme tecnológica como la mía.
Decidí filtrar mi búsqueda centrándome en despachos con experiencia demostrada en fusiones y adquisiciones (M&A) dentro del sector tecnológico. Organicé un par de videollamadas y una visita presencial a Coruña. La primera reunión fue con un bufete muy prestigioso, pero me sentí como un número más, una carpeta en una pila enorme.La diferencia la marcó la segunda reunión. Fue con un abogado de un despacho mediano, recomendado por un contacto. Desde el primer momento, la conversación fue diferente. No se limitó a exponerme su currículum; me hizo preguntas inteligentes sobre mi modelo de negocio, mis miedos y mis expectativas con la fusión. Hablamos de la importancia de proteger nuestra propiedad intelectual y de cómo estructurar un pacto de socios que fuera justo y escalable. Usó un lenguaje claro, traduciendo la jerga legal a un plano que yo podía entender y aplicar a mi realidad.
Salí de esa oficina en la Calle Real con una sensación de alivio y confianza. Había encontrado a mi arquitecto. Sabía que el proceso de fusión sería complejo y estaría lleno de negociaciones difíciles, pero por primera vez sentía que tenía a mi lado a alguien que no solo defendería mis intereses, sino que ayudaría a poner los cimientos sólidos para el futuro de nuestra nueva empresa.